lunes, 12 de marzo de 2012

Historia Norteamericana Capitulo 1 Parte 3


Capitulo uno: La estación - Parte tres.


Caminamos un rato mientras me contaba que, a pesar de estar lejos de su esposa e hijos, los podía ver seguido, tenía acceso a una Laptop con internet y hacia video llamadas todos los días por la noche a su esposa desde hace un par de meses.

Regresamos de nuevo a la casa de huéspedes.
– Muy bien, ella es Ana, te quedaras con ella estos días, lo lamento pero no te puedes quedar con migo, no hay más espacio ahí, he hablado con el Sr. Smith, pero se negó, dice que no podemos tener a nadie más ahí porque lo descubrirían las autoridades –
– Me voy Alan, es hora de ir a trabajar –
– Se buena con el Ana, te pagare el fin de semana –
Después de ver como salía la única persona conocida en ese lugar se sentía una extraña inseguridad, pero Ana termino rápidamente con ella.
 – Muy bien chico, mira supongo que ya te habrá dicho tu hermano algunas cosas así que vamos a tu habitación –
– Te quedaras aquí, no hagas mucho ruido porque mi madre es algo paranoica, yo vendré todas las mañanas después del desayuno para ayudarte con tu inglés, deberás aprender muy rápido si quieres pasar desapercibido  entre la gente, mañana después de estudiar un rato te llevare a comprar algo de ropa local, con esas fachas te notas más que policía de crucero con chaleco fosforescente –
– Por el momento descansa y nos vemos mañana –



Había pasado ya el primer día y aún no había visto una sola bandera de barras y estrellas, ni un solo “wero” como les decían todos en la estación, en fin creo que de eso se trataba la estación, un lugar seguro antes de salir a las calles americanas a luchar por sobrevivir.

La mañana siguiente Ana fue a despertarme, me presento a su “familia” y me dijo lo mismo que Oscar:
– A pesar de que nadie aquí excepto mi madre es mi hermano, primo, tía, etc, todos son mi familia –
– Es la única forma de sobrevivir, cuidándonos unos a otros como una familia –

La madre de Ana, Esperanza, era demasiado seria, callada, no entono una sola palabra en la mesa, solo pronuncio un     – mucho gusto, bienvenido –
Al terminar de comer, Esperanza me ha pedido que me quede un momento y le pide a Ana que salga de la casa a traer unas cosas del súper.
– Muy bien muchacho seré breve, ¿Qué haces aquí?, ¿Qué pretendes?, ¿Qué te hizo cruzar el desierto? –
– Bueno, yo vengo de la Cd. De México, mi nombre es Alan y vengo aquí porque ya no me queda nada allá, solo mi madre, pero ya viene en camino –
– Ok eso ayuda, ¿Sabes? Aquí solo se pueden hacer dos cosas: Trabajar o Vivir, ¿A cuál de las dos vienes?
– Hahaha ¿solo una de esas dos cosas?, pues yo vengo a las dos –
– Lo siento muchacho pero aquí no se pueden hacer las dos cosas, o trabajas como esclavo, o vives como persona, si quieres vivir como persona no podrás hacer otra cosa que cubrir tus necesidades, jamás podrás ahorrar dinero o mandar unos cuantos dólares a México. –
– No importa ya no tengo a nadie que me preocupe en esa país, ya no –
– Ok no necesito saber tu vida pasada, solo necesito decirte que aquí, empiezas de cero, conseguirás un trabajo humilde y con suerte y dedicación, mejoraras poco a poco, eso depende de tu habilidad para mezclarte con la sociedad local, que créeme, es un asco –
– Otra cosa, no dependas de Oscar, él te apoyara en todo lo que pueda, pero gastara todos sus recursos en mantenerte bien, así que será mejor que no aceptes todo lo que te ofrezca, él es buena persona pero no sabe limitarse, hace gastos innecesarios y sufre las consecuencias, así que te aconsejo que sobrevivas tu solo –

Por la noche llegó Oscar para salgamos a dar un paseo por el resto de “la estación”, gracias a su nuevo empleo le sobraban unas horas al día para despejarse, así que formo un grupo de música tropical como siempre había querido, solo que, a diferencia de lo que yo había visto en México sin mucho interés, sus cancones estaban en inglés.
Nunca me ha gustado ese tipo de música, pero al estar en ese lugar extraño, cualquier cosa característica de tu país te pone nostálgico.
Al tercer día en la estación, Ana me ha llevado el desayuno a mi habitación para ahorrar tiempo y seguir practicando mi inglés, curiosamente en esos tres días solo había escuchado ese idioma de mi hermano y de Ana, la mayoría ahí hablaba español, había unas cuantas casitas al fondo donde hablaban portugués, y en el lado sur había una “familia” de Turcos que hablaban un dialecto extraño que ni siquiera era el turco tradicional. Ana se convirtió rápidamente en mi sombra, o más bien, yo me convertí en la suya.
Pasados ya 7 días de mi llegada había tenido un avance muy bueno, pero es muy cierto que no puedes aprender un idioma en unos pocos días, ni siquiera con lo poco que ya sabía desde México.

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